“Como los pájaros perdidos
que vuelven desde el más allá
a confundirse con un cielo
que nunca más podré recuperar.”
“Soy sólo un pájaro perdido
que vuelve desde el más allá
a confundirse con un cielo
que nunca más podré recuperar.”
Menciono estas palabras de una canción escrita por Astor Piazzola, ya que Luis Daniel las incluye en su texto. No doy las otras letras de la canción pues adelantaría una historia que deben descubrir ustedes.
En esta tan lograda obra, Luis Daniel Estrada Santiago ahonda en una relación amorosa entre un joven puertorriqueño y uno argentino. Con microscópico detalle, nos relata el diario vivir de los enamorados. Manuel, quien toma un curso de guionista en Buenos Aires y Fabricio guardavidas en una piscina pública de esa ciudad capital. Dos meses de encuentros donde aflora el amor y una intensa sexualidad descrita con abierta y, a la vez, delicada expresión.
Al comenzar la lectura, sorprende la franqueza con la cual el autor narra el final de la pieza. Quizás su intención fue aminorar un tanto nuestra reacción ante lo que sucedería. Un estupendo truco. Claro está, en el buen sentido de la palabra. Aún así, la historia es tan interesante que, inmersos en ella, nos hemos olvidado de ese principio al llegar al final.
Esta vez, al igual que en sus pasadas novelas, Luis Daniel Estrada Santiago domina el minucioso estudio de sus personajes. Da vida de manera tan creíble a Manuel y a Fabricio. Nos parece haberlos conocido en algún momento de nuestra vida. Muy bien delineados también los personajes secundarios, encabezados por dos amigos cercanos a los protagonistas; Odón –amigo de Manuel– y Paloma –amiga de Fabricio– surgen claros en sus roles de ese o esa, con los que contamos los afortunados. Aquellos que ríen nuestras alegrías y lloran nuestras penas.
Como sucedió con su novela La viuda de Rafael, este trabajo merece una grabación televisiva o cinematográfica. Hay estructura de guión en “…y fuimos dos”. Una primera escena del presente, una retrospección al comienzo de la verdadera historia, desarrollo, punto culminante y cierre final, todo estructurado en forma de acción.
Aplaudiremos esa grabación.
Muchas felicidades Luis Daniel, con esta obra añades un nuevo valor al discurso de la actual narrativa puertorriqueña.
Myrna Casas - Dramaturga