La trajedia de un boricua de la Guerra de Vietnam (LOD)
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Extracto del capítulo III –
Detrás de las montañas, que en el horizonte se veían, el sol se hundía cada vez más en el firmamento, dejando un resplandor anaranjado semejante a un dantesco infierno… Mientras Alejandro le comunicaba cierta preocupación a Danny, a la misma vez se oyó un silbido aumentando en intensidad. Alejandro sólo alcanzó a ver la estela de fuego que con dirección hacia donde se encontraban venía. Casi no le dio tiempo a refugiarse en el bunker. De tal magnitud fue aquella explosión, que Alejandro sintió como si la tierra se hubiera abierto bajo sus pies… Alejandro le gritó a Danny para que corriera a buscar refugio en el bunker. En esos precisos momentos, Danny hacía un sobrehumano esfuerzo por levantarse, la próxima explosión, más potente aún que la primera, ahogó el grito… Afuera del bunker Alejandro oía los lastimeros gritos de Danny pidiendo auxilio y, como guiado por un instinto primario de solidaridad, salió corriendo del bunker a socorrerlo. Se dobló sobre el cuerpo que, con movimientos arrítmicos, convulsionaba en el suelo. Trató de levantarlo para echárselo sobre sus espaldas y llevarlo a salvo, pero la mano se le hundió en una masa de carne y sangre caliente… Con gran desesperación lo vio cuando inclinó la cabeza a su derecha y musitando, quién sabe qué palabras, Danny en los brazos de Alejandro expiró… A través del sudor y las lágrimas que la visión borraba, vio aquellos ojos vidriosos mirando hacia un punto lejano en el espacio, que sólo los que pasan por ese “valle de sombra y de muerte” pueden conocer… hasta que se oyó el ruido de las aspas y el motor de aquel enorme aparato que en el suelo se posó. Dos enormes metralletas, M-60, asomaban de ambos costados del helicóptero, mientras que los paramédicos portando una camilla, corrían a toda prisa hasta donde estaba tendida la víctima. En una bolsa plástica lo metieron y corriendo llegaron hasta al helicóptero que, con el motor encendido y las aspas a toda velocidad dando vueltas, esperaba por la fatal carga. A la señal del “gunner”, Alejandro y sus compañeros salieron corriendo del bunker. A toda prisa abordaron el helicóptero y en un remolino de viento y una inmensa polvareda, a toda velocidad, aquella gigantesca nave se remontó por los aires, llevando el dolor, el sufrimiento y la muerte metida en sus entrañas…